viernes, 23 de marzo de 2007

In Memoriam Teófilo Cid

Es de noche. El sol claro ha hundido su esperanza en lo interno de la Tierra y comienza a brillar otro astro, cuya negrura irradia el rostro de los muertos ¿Quienes son nuestros muertos? Allí, desde su reino, veo a algunos poetas avanzar. Son los que antaño me inspiraron a leer y escribir con el afán de descubrir un mundo otro, otra realidad más real o bien una noche tan vacua que nos obligue a decir de nuevo todas las palabras para crear el mundo otra vez.

“Chile, país de poetas”, algunos lo creen. Lo cierto es que hay una vida que debe vivirse, un espíritu que debe hacerse. Pero en este tejido subterráneo donde el tiempo es nostalgia, donde las amadas vuelven para partir y donde el decir es el desesperado esfuerzo por creerse real; aquí, en el Chile desconocido, el Chile ido por siempre, el Chile inventado con lo que sólo nos atrevemos a contar a Dios, aquí, no son tantos los poetas que han sido destinados a dibujar el Perfil. Hay, en medio de nuestra poesía, una tradición de la noche. En los versos de ésta navega un algo o un alguien que sólo muestra su presencia y su figura en el anverso de un espejo. Es sangre tal vez, o luz negra. Es quizá gozosa herida que escapa a las fauces del yo. Parece penumbra, pero es alba. Parece luz, pero es tiniebla. Y ante todo es Intento.

¡Decir, decir una vez más! Aunque es de noche. Aunque parezca que en lo diurno hemos cansado todos los dichos.

Estoy seguro de que cuando Enrique Gómez-Correa llamó a Teófilo Cid “Master de la Noche”, era porque estaba consciente del Secreto que los versos de su amigo intentaron perpetuar, el mismo que está detrás de la labor del propio Gómez-Correa y de toda la Mandrágora, así como en otros: Omar Cáceres, Gustavo Ossorio, Carlos de Rokha, etc.

Ahora, más allá de valorar el digno esfuerzo de todos los implicados en la reciente edición de las obras completas de Cid, hay algo que debemos reafirmar: ningún estudio sacará a luz lo que pertenece a la noche. La investigación tiene su valor en servir como introducción a un cuenco.

¿Qué hace un poeta para que de pronto, más que sus versos, hable la oscuridad que él creó con la luz sacrificada de su vida? ¿Quién es Cid? ¿Cierto hombre de talento o aquel Perfil que pudo dibujar en la Memoria?

Subsumido en estos pensamientos estaba yo, cuando me habló Cid, mi Cid, a quien, como a Rimbaud, se le puede rezar como a un santo. Y me dijo: “He intentado bautizar un espectro/ con el vino robado a los pobres…/ Me arrastré por las calles/ aplasté la Vid…/ Mi Madre no me quiso tanto/ como le exigía el Mito…”. Así dijo y lo que siempre me causará más extrañeza, fue que su voz, como la de todos los poetas, es vida delimitada por leyes de las que tal vez sólo escape el Silencio.

Cid se veía triste, aún. Tal vez necesite más de nuestros recuerdos, de nuestra nostalgia de futuro, para orientarse hacia la victoria ulterior. Digamos: Cid, aleja de tu frente el triste sueño. Tu palabra no se ha perdido. Nuevas generaciones creen en la Obra que queda por hacerse… Mis muertos, nuestros muertos ¡existen y aguardan!

Y le dije: Muéstrame, Teófilo, antes de marcharte, algo que podamos compartir los que nos reuniremos en tu nombre, y él señaló un paisaje yermo y tranquilo, con montañas al fondo. A cierta distancia vibraba una flor hecha de luz, flor-mujer. No supe lo que significaba, pero fue paz.

Vuelvo a preguntar: ¿Es Cid acaso este vacío extasiado en persona/ o no es más que una virtualidad/ que nace desde el Libro/ donde el nombre de Cid ha sido escrito/ por una Otredad que se parece al tiempo?

Y aquí continuamos aguardando los gaznápiros, los anarcas, los ciegos vagabundos de la nada, diciendo ¡sí! a la vida, sencillamente porque un caballero no puede actuar de otra manera.

Cristián Arregui Berger
Agosto 2004

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Este texto fue escrito para un homenaje a Teófilo Cid, publicado a modo de periódico, en los talleres del diario La Nación, en agosto del 2004, con motivo del lanzamiento del primer tomo de las Obras Completas del poeta, edición a cargo de Luis G. de Mussy y Santiago Aránguiz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermosas palabras venidas de otro tiempo, pero es mejor callar y esperar.

Daniel O.

Cristián Arregui Berger dijo...

Pero lo que viene de otro tiempo no nos invita a callar, sino a volver a encarnar las voces, a reinventar esas ideas que silenciosamente, con pies de paloma, como dijo Nietszche, pueden transformar el mundo.
Es cierto, esas palabras de otro tiempo vienen cuando uno calla y espera, pero su ímpetu, su amor, su libertad nos incentivan a crear nuestro ímpetu, nuestro amor y nuestra libertad.
"El camino de la pluma y el camino de la espada" ¿Qué ocurre cuándo "vivir" se nos hace más necesario que "navegar"?
Tal vez no ha llegado nuestra hora, pero tejemos en el fuego la nueva forma de los antiguos dioses. Aunque no se note, aún la decisión está en nuestras manos.
Toda, absolutamente toda la libertad. Todo el ardor de la muerte.

 
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